

-Desde La Tierra-
Nicolas Liberde LLanka

BREVE RESEÑA BIOGRAFICA
Cultiva los géneros literarios: poesía, novela, cuento, ensayo, dramaturgia. Participó en el “Segundo Encuentro Iberoamericano de Escritores”, realizado en Chile, mayo de 1997. Declamación en Suecia (2013) de su trabajo poético dedicado al presidente de Chile, Salvador Allende Gossens. Exposición literaria en el VI Congreso Continental CLOC VIA Campesina, Buenos Aires (2015). En un breve comentario de su último libro “Escrito en el corazón del otoño”, expuso: “Las comunidades arraigadas poseen una cosmovisión que unifica espiritualmente el modo de producir y su relación con la Madre Tierra, y en esto por supuesto cabe la fraternidad humana. Actualmente esa base unificadora se ve transgredida por los procesos inconscientes de producción y, por ende, su relación con su entorno y los seres humanos se ve menoscabada por la alienación económica y cultural”. Dos ventanas del tiempo con dimensiones análogas que se juntan en el rio de la vida: la cosmovisión de las comunidades ancestrales y los anhelos de libertad de los pueblos que han transitado por las cadenas de la prehistoria.
El galardonado escritor latinoamericano José Manuel solá ha reconocido públicamente la obra literaria de Nicolás Liberde. Desde aquel Encuentro Iberoamericano de Escritores (1997), en que ambos artistas se conocieron, han mantenido a través del tiempo y la distancia una amistad inquebrantable.
La infancia de Nicolás Liberde fue determinante para su posterior inspiración literaria, lo narra en uno de sus textos autobiográficos, donde queda expresado la ternura verde del bosque de su niñez y el choque violento con una ciudad que le ahoga y le separa de sus árboles, de los pájaros del silencio o de las apacibles lluvias del invierno. Ya establecido en la ciudad le toca presenciar la muerte de su perrita querida por envenenamiento. La crueldad incomprensible de un hombre que descarga toda la miseria espiritual y el niño que a su corta edad ya comienza a cuestionar el mundo en que vive. Quién sabe si este hecho haya sido el detonante para que posteriormente desentrañase los entramados de la historia en permanente enjuiciamiento.
En uno de sus textos, leemos: “(…) estas hojas de la vida que uno ha ido digiriendo en el camino, reflejo fundamental de un infante que creció en un bosque acompañado de dos inseparables perros: La Diana y el Kayser (…) en cada amanecer despertaba en esa casona seducido ya con el olor de los abetos y pimientos en el alma. Y en este juego de niño solitario y sin darme cuenta comencé a sentir los latidos de la tierra…en cada estación de los años que allí viví. Mi hermana de nombre Patricia, testigo de este tiempo de raíces frescas y puras, tenía otras motivaciones. A través de los cerros muchas veces divisé a la distancia un pueblo llamado San Felipe, y frente a estas pequeñas casas aglomeradas surgían muchas interrogantes. Después nos mudamos a esta naciente urbe, y esto produciendo un tremendo quiebre en mi existencia, tuve que acostumbrarme a llorar en secreto los árboles de mi silencio y todo lo que ello conllevaba para un niño con un mar que comenzaba a agitar sus olas dentro. Jamás podré olvidar la tarde de nuestra partida con la Diana ladrando desde el camión a su amigo de siempre: el Kayser. Aquel perro de la tía Sarita corría detrás de nosotros presintiendo el último adiós…corría y corría hasta que el cansancio lo fue venciendo…Lágrimas escurrieron sobre el rostro de mi hermana y el mío. Días después supimos que el Kayser llegó de alguna manera a San Felipe buscándonos; sin embargo, no lo volvimos a ver nunca más. Dicen que se durmió de hambre en las calles del abandono…A mi perra querida la vi morir envenenada…pero la vida continuó, y fui creciendo…”